
ILUSTRACION: NICOLAS BOLASINI.
Souvenir: recuerdos de viaje
Es la medianoche y el tren va casi vacío. Vuelvo desde Filadelfia a Nueva York después de un recital de rock y el traqueteo apenas despabila la modorra. En Trenton, la estación de la ciudad que se acuesta sobre el río Delaware, sube un matrimonio de mediana edad, los típicos blancos-anglosajones-protestantes del suburbio norteamericano salvo por un detalle: él, un cuarentón de mandíbula cuadrada y hombros fuertes, lleva un vestido negro con pedrería brillante y una peluca lacia que llega hasta la cintura; ella, una rubia de piel traslúcida, usa un traje de oficinista gris, con corbata bien anudada y zapatos lustrados. Imagino que van hacia alguna rumba en un club de Manhattan donde ellos se vistan de ellas y viceversa. Y aunque en esta noche en medio de la nada todos los gatos sean pardos (como en cualquier noche de cualquier lado) y el tren vaya casi vacío, desde otro vagón viene corriendo un negro con una Biblia en la mano que se detiene a centímetros de la pareja, lo justo para gritarles: “¡Dios los salve!”. Sigue leyendo