La obsesión de los casi famosos y una moraleja de las operaciones mediáticas.
Líneas de tiempo: corresponsal cultural
El comunicado tiene casi las mismas palabras que tantos otros: “Claire y yo, que somos compañeros artísticos y románticos desde el 2006, hicimos un sex tape. Era sólo para nosotros (…). Ahora es una vergüenza”. Hace unas semanas, el grupo YACHT, un dúo de música electrónica de Los Angeles integrado por Jona Bechtolt y su novia Claire Evans (una de esas bandas modernitas que se escucha en mis programas de radio), denunció públicamente que un hacker les robó un video hot que grabaron en la intimidad de su dormitorio. Enviaron cartas a los diarios, se mostraron compungidos en entrevistas, ofrecieron conferencias de prensa y en la abulia mediática de los sitios de chimentos, el tema originó una pequeña revolución pero, aun con las habilidades informáticas de un Mr. Robot, los fisgones de las rutinas amatorias ajenas no pudieron encontrar el video por ningún lado. Finalmente, Jona y Claire confesaron: el sex tape nunca existió, apenas fue una farsa para promocionar su último disco, que empieza con una canción titulada I Wanna Fuck You Til I’m Dead. Si la ambición de él es amarla hasta que caiga muerto, en la operación mediática se delata una tara enfermiza de la época: la obsesión por el sexo de los casi famosos. Sigue leyendo