El arte participativo según Yoko Ono, la archivillana que todos amamos odiar.
Líneas de tiempo: corresponsal cultural
Recuerdo. Sueño. Deseo. Cada piedra, y acá hay muchas, tiene pintada una palabra con pequeñas letritas de tinta negra. Las paredes son blancas, el piso es de cemento grisáceo y aunque esta galería de arte es tan intimidante para el turista como cualquier otra del recoleto barrio de Chelsea, se anima a que el visitante se siente en el piso, agarre una de las piedras y se abrace a ella o la acune para transferirle sus sentimientos negativos. Entonces debería producirse una epifanía emocional, pero no siento nada. Estoy con las piernas cruzadas como indio y los ojos cerrados y aunque el ambiente inmaculado de un color blanco-manicomio sugiera la calma medicalizada, no paro de pensar: “¿Hasta cuándo aguanto?”. Es la muestra The Riverbed (“el lecho del río”) que Yoko Ono, la archivillana favorita que todos amamos odiar, montó en Nueva York y que resume un fenómeno de época: el arte participativo que explora la “energía inmaterial”, un pastiche entre alta cultura y new age en busca de la piedra filosofal. Sigue leyendo