El millonario Peter Barbey busca salvar un semanario alternativo que no tuvo reflejos.
Líneas de tiempo: corresponsal cultural
Parece el no-va-más de la modernidad, pero el término hipster existe desde hace sesenta años: a mediados de los 50, Norman Mailer, el macho alfa de los escritores, publicó su libro El negro blanco, donde el hipster se consagró como una figura de la subcultura blanca, desesperada por alejarse de los estereotipos suburbanos del rubio promedio y ansiosa por adquirir algo del exotismo, la violencia y el atractivo sexual del negro. Fascinado por el halo seductor de “lo alternativo”, Mailer fundó The Village Voice, el más legendario de todos los periódicos contraculturales, nacido cuando era necesario hacer oír una voz en lo que todavía era un barrio (el Greenwich Village de Nueva York) ocupado por artistas, locos y revolucionarios. Ahora, un multimillonario del rubro textil compró el semanario gratuito y, en la operación, se advierte un síntoma de época: en la era del hiperconsumo, el capitalismo artístico avanza sobre la contracultura con la promesa de salvarla o, por lo menos, convertirla en otra cosa. Sigue leyendo