8′ 22″. Ese es el punto de impaciencia. A partir de ahí, nos irritamos. Cómo mantener la calma en tiempos de urgencia.
Apuntes: vidas privadas

// Por Nicolás Artusi
El cuello se me hincha, lo cual confirma las peores sospechas sobre mi temperamento: soy un hombre venal. La cabeza me late como un motor a válvulas, zumban las sienes y el villancico navideño multiplica mi impaciencia: si “crispación” fue el ánimo mandatario de la política en temporadas recientes, yo me asumo… crispado. Una obligación profesional me trae a este bar para escribir una columna sobre el “punto de impaciencia”, el momento exacto en el que una falla del sistema nos hace perder los estribos y, bien dispuesto con mi netbook y un vasote de frapuccino pagado a precio de commodity internacional, la dependienta me informa que no funciona Internet. Pero que igual “pruebe”, como si la conexión fuera un acto de fe. Uno, dos, diez intentos, la advertencia lapidaria (“Esta página web no está disponible” o el inexpugnable “504 gateway”) y, entonces, una sucesión de síntomas físicos, la hinchazón, el latido, el zumbido y una certeza: como dijo el sabio, la vida no imita al arte sino a la mala televisión. O a las estadísticas. Sigue leyendo →