La medicina y el Viagra prolongaron la salud y la sexualidad de los hombres, pero el desafío no es mantenerse joven sino envejecer bien. La adultez en los tiempos de las vidas largas.
// Por Nicolás Artusi
“Tu madre tenía razón: lo mío es machopausia. Me comporto como un lunático”: la confesión del padre lo exime de mayores explicaciones para su errática conducta, recién llegado de Sevilla donde, en viaje exploratorio de la mediana edad, se entregó al flamenco. Si Dustin Hoffman en Los pequeños Fockers resume con su taconeo la renacida juvenilia del sesentón, su esposa Barbra Streisand, sexóloga enteradísima en la comedia, diagnostica el cuadro: sí, “machopausia”. En disputa con el calendario y con cualquier síntoma de declive físico, una generación de sesentones se eterniza en la vigencia aeróbica y sexual, proponiendo un modelo actualizado de varón. O, en palabras de la prensa del último momento, los sesenta son los nuevos cuarenta.