Lo dice la estadística: 4 de cada 10 personas tienen amoríos en el trabajo. Consejos para que el final de una relación no signifique el despido.
// Por Nicolás Artusi
Los chichoneos eternos junto a la máquina de café o las horas muertas en la charla ociosa. ¿En qué otro lugar nos pasamos ocho, diez o doce horas por día? El boludeo eterniza la jornada laboral y nos mantiene ahí, sentaditos como impone la lógica patronal de la silla caliente: si la Argentina es uno de los países donde se trabaja mayor cantidad de horas, la oficina es el gran promotor de romances de nuestros tiempos. Es oficial: según el supersitio de búsquedas laborales CareerBuilder.com, cuatro de cada diez trabajadores tendrán un amorío con un/a compañero/a en algún punto de sus carreras. Y tres se casarán con la persona que conocieron en el laburo. Ahí donde el cliché del acoso inmortalizó el sketch del jefe con la secretaria sentada en sus rodillas, ¿cómo llegamos a encontrar el amor en ese despelote de carpetas, memos, abrochadoras, biromes y remitos?